Educación: suscitemos la luz

La educación es una realidad permanente en la vida de los seres humanos. Formal y sistemáticamente, comienza cuando los niños ingresan al nivel inicial y en forma progresiva incorporan hábitos, normas, pautas, amplían el lenguaje y desarrollan la creatividad. Todo esto les permitirá vivir y desenvolverse en sociedad.

La educación es acrecentamiento, influencia del docente -causa eficiente o extrínseca de la educación- sobre el alumno -causa principal de la educación- con la intención de nutrirlo.

Educar es conducir y promover; conducción y promoción del hombre a su estado de perfección, al desarrollo pleno de sus potencialidades. El concepto de conducción se opone al concepto de despliegue espontáneo, porque la conducción le imprime una dirección al movimiento. Promover es orientar de un modo intencional y añade al concepto de conducción la idea de ascenso o elevación.

La educación sólo se da en el hombre y durante toda la vida, e implica transformación, es decir, al producirse el acto educativo, el alumno adquiere un conocimiento, una perfección que antes no tenía y que modifica su estado anterior. Esto demuestra las posibilidades del ser humano, que es capaz de comprender los misterios de la física o de organizarse en estructuras políticas, que puede soñar grandes proyectos.

Estos atributos distinguen claramente al hombre de los demás seres vivos. Puede ir más allá de lo que perciben sus sentidos y elaborar conceptos y juicios, puede elegir, decidir en libertad por la penetración de su inteligencia y la independencia de su voluntad.

El ser humano puede conocer mediante el intelecto, y querer y elegir mediante la voluntad libre. Se dirige y se proyecta en sociedad, con sus capacidades intelectuales y volitivas, y con su dimensión afectiva, conformado una unidad integral.

Las personas son naturalmente seres sociales. Descubren a lo largo de los procesos de socialización que la vida social es un bien fundamental y que éste es requerido por su misma plenitud. Junto a otros, el individuo teje redes vinculares.

Los vínculos son esenciales en los ámbitos de la socialización de nuestros niños y jóvenes: la familia, la escuela, el mundo del trabajo, y pueden aplastar o potenciar un proyecto. Son imprescindibles para la construcción de la subjetividad.

Y es justamente aquí es donde cobra un papel fundamental e irrenunciable la escuela.

La escuela es el lugar donde se imparte la educación sistemática, en un contexto donde pasan cosas que no suceden en los hogares. Es ese territorio de vinculación temprana, donde los niños del nivel inicial desarrollan habilidades cognitivas y sociales, y los adolescentes comprenden la importancia de lo que significa prepararse para ser buenos profesionales o tener un oficio, y para ser buenas personas.

La escuela y la educación hoy están atravesadas por la pandemia y, en el contexto del ASPO, estamos obligados como ciudadanos responsables a re-pensar y a reflexionar, porque las crisis operan como analizadores de las relaciones sociales y de las instituciones, y nos otorgan la oportunidad de aprendizaje social.

Estamos aprendiendo, volviendo a mirar, reformulando, auspiciando consensos. Entendemos que, en este escenario en el que intentamos ser partícipes activos y comprometidos, han sucedido dos cosas muy importantes:

Primero, la escuela ha sido puesta en valor en el pedido de padres y alumnos que reclaman por el vínculo pedagógico y afectivo. Las instituciones educativas con sus espacios y su trama vincular influyen, sin lugar a dudas, en el rendimiento académico.  El espacio connota relaciones de filiación y de pertenencia que lo autoriza a nombrarlo como “mi aula” o “mi escuela”.  

El aula es un espacio de comunicación, de vinculación, espacio que hoy ha sido suplantado por los aprendizajes ubicuos, sin límites escolares específicos. Y si bien es cierto que esta modalidad es un anticipo de la educación del futuro, concordando con Inés Dussel, sostenemos que seguimos necesitando la territorialidad, es decir, la escuela y el aula como territorio, donde las fronteras no se borren.

Esta figura de educación remota y encierro ha provocado en niños y adolescentes un estado de desconcierto que se ve reflejado en trastornos emocionales, cognitivos y sociales.

Segundo, y no menos importante, se han develado definitivamente las deficiencias de nuestro Sistema Educativo. La inversión integral en educación efectiva y sostenida debe ser una política de Estado.

Concordando con Facundo Manes: la inversión en capital humano debe ser el plan principal de la Argentina para lograr el desarrollo y la equidad social.

La Ley de Educación Nacional N° 26.206 tiene como objetivo una educación de calidad para una sociedad más justa. Esto se relaciona con los fines de la educación: formación de cada individuo para vivir y desarrollarse plenamente en sociedad, auspiciando una educación integral y de calidad, que garantice el acceso y permanencia de los niños y jóvenes dentro del Sistema Educativo.  

Aquí cobran vital importancia dos conceptos: educabilidad y trayectorias escolares.

a. Educabilidad: es el punto de partida del derecho a recibir educación de calidad, porque la educabilidad es la potencialidad que tiene todo ser humano para ser educado, para aprender habilidades, conceptos y valores.

b. Trayectorias escolares: el seguimiento que la institución hace del rendimiento académico del alumno, de la realización y desenvolvimiento de dichas potencialidades.

Entonces, la pregunta que nos invita a la reflexión, como alumnos, padres, docentes, como sociedad es:

 

¿Qué queremos que siga de lo que venimos haciendo y que no?

¿Pensamos juntos?

·     ¿Es para nosotros la escuela el lugar por excelencia del proceso enseñanza aprendizaje, de la vinculación pedagógica y afectiva, continente de nuestros niños y jóvenes?

·     Nuestros niños y jóvenes ¿vivencian que ellos nos importan?

·     ¿Reflexionamos y nos hacemos cargo que de esta situación extraordinaria de pandemia tenemos que salir mejores como personas y como sociedad?

·     Como manifiesta Aguerrondo, ¿entendemos que vivimos una época de profundas transformaciones, en que todo necesita ser repensado, en que las formas del pasado ya no nos bastan para pensar y para actuar, y que, sobre todo ya no nos son útiles para conseguir los resultados que nos proponemos?

·     ¿Comprendemos que las tecnologías no reemplazan a la escuela como territorio ni al vinculo docente - alumno?

·     ¿Aceptamos que el desafío es, como lo señala Bisquerra, trabajar en las aulas las capacidades que complementan y dan sostén a los conocimientos, y que la interrelación entre las dimensiones cognitiva y emocional tienen como finalidad aumentar el bienestar personal y social?

·     Al proyectar en las instituciones educativas, ¿establecemos como prioritario que se ayude a los niños y adolescentes a desarrollar al máximo todas sus capacidades? ¿Planificamos desde el enfoque de las Inteligencias Múltiples, estimulando a los alumnos ofreciéndoles experiencias que así lo permitan? ¿Atendemos a las diferencias individuales y a las necesidades de cada niño y adolescente?

·     ¿Entendemos que hay que construir, hoy más que nunca, andamiajes y diferentes niveles de ayuda para que el alumno desarrolle su potencial y complete un desafío?

·     ¿Coincidimos con Tonucci en que hoy, en este contexto extraordinario de pandemia, estamos aprendiendo otras cosas que también son valiosas?

·     ¿Concordamos con Luri en que no podemos caer como escuela en el sofisma de que todo aquello que se presenta como innovador ya no necesita justificar que sea bueno?

·     ¿Nos replanteamos qué sociedad queremos construir de ahora en más, sabiendo de la importancia de llevar a cabo un proyecto de vida?

·     ¿Nos involucramos como padres, docentes y comunidad educativa para que nuestros niños y jóvenes se formen como ciudadanos comprometidos con la Patria, respetuosos de las leyes e instituciones, y de la vida del otro?

·     ¿Estamos dispuestos de hacer un ordenamiento de base, como sostiene Aguerrondo, para poder avanzar en propuestas reales y viables en materia educativa?

·     ¿Abrazamos y hacemos nuestro el pensamiento del padre Leonardo Castellani que nos enseña que la educación  tiene un sentido positivo, beneficiador y se asume libremente, que “educar no es hacer propaganda, sino hacer luz, o más exactamente, suscitar la luz que lleva en sí todo ser humano que viene a este mundo”?

 

Prof. Lic. Elizabeth Kloster

 

 

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